La historia de Navidad de Apple ocurrió un 6 de agosto

La historia de Navidad de Apple ocurrió un 6 de agosto

Ya se respira la Navidad y, como no podía ser de otra forma, en el blog de Manzanasusadas.com teníamos que hablar de ella. Y hacerlo, como siempre desde un ángulo distinto.

Así que puestos a escribir lo típico sería hablar de las mejores películas de Navidad, os dejamos aquí una recomendación recopilada por la gente de Decine21, de 11 curiosidades sobre películas de cine navideñas o del recurrente diez cosas que no sabías sobre la Navidad o de las cinco cosas que no sabes de los árboles de Navidad.

Nosotros, haremos una simbiosis entre la película ¡Qué Bello es vivir! () de Charles Dickens y su tacaño señor Scrooge para hablar de la peculiar historia de Navidad de Apple, que no ocurrió en unas navidades, sino un 6 de agosto de 1997.

Aquel día, en la Mac World Expo de Boston se producirían dos hechos importantes. La primera, el regreso del hijo pródigo, Steve Jobs, el fundador expulsado unos años antes por el consejo de administración de Apple, volvía a una compañía con un futuro nada halagüeño, que acumulaba pérdidas de más de 1.000 millones de dólares en los últimos trimestres y la demanda de su buque insignia, el Mac, había caído hasta cifras nunca antes vistas.

Steve Jobs hizo lo que pocos se atreverían a hacer. Un diagnóstico realista de lo que le ocurría a Apple y los pasos que la compañía californiana estaba dando para sanarla. “Apple no es tan relevante como solía serlo, pero en algunos increíblemente importantes segmentos de mercado es extraordinariamente relevante”, anunció a una entusiasmada audiencia.

Claro que el segundo hito importante de aquel 6 de agosto hizo a los entusiastas fans pasar de la alegría al estupor y, en algunos casos, a la cólera. El archi enemigo Bill Gates dueño del imperio Microsoft –por aquel entonces bajo examen por el Departamento de Justicia por prácticas de monopolio por incluir el navegador Explorer de serie en el sistema operativo y en demandas cruzadas con Apple por temas de patentes– anunciaba un acuerdo estratégico con Apple por el que la primera iba a comprar 150 millones de dólares en acciones de Apple sin derecho a voto.

Steve Jobs lo resumió en su célebre cita de que “debemos olvidarnos del axioma de que para que Apple gane, Microsoft tiene que perder”. En realidad, el acuerdo suponía el apoyo de la compañía de Cupertino durante cinco años al Office para Mac y la incorporación de Internet Explorer como navegador por defecto, aunque no el único, además del cruce de patentes y colaboración en el desarrollo Java. Suponía también la renuncia de Apple a seguir litigando en los tribunales, de ahí que muchos expertos dijeran que era un buen acuerdo para Microsoft.

El caso es que la inversión de Microsoft daría oxígeno a una compañía que se ahogaba y que había visto caer sus ventas desde los 11.000 millones de dólares en 1995 a los 7.000 millones en 1997.

Claro, que quien mejor definió lo que tenía que ocurrir fue Larry Ellison, el carismático fundador de Oracle, que también ese 6 de agosto volvía por petición de Jobs a sentarse en un renovado consejo de administración: “Creo que Apple necesita preocuparse menos de competir con Microsoft y más en hacer las cosas diferentes. Volver a la innovación. Volver a la creatividad. Volver a la visión. Apple es la única marca de estilo de la industria informática. Es la única compañía por la que la gente verdaderamente siente pasión”.

El resto del cuento de Navidad, ya lo conocemos.

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